PORFIRIATO
El periodo de 1876 a 1911 está marcado dentro de la historia de nuestro país como porfiriato, y se refiere al gobierno de Porfirio Díaz, quien ocupo la presidencia del país durante el lapso antes mencionado, con la excepción de 1880 a 1884, donde el presidente de la patria fue Manuel González. Pero a partir de 1884, y hasta el quinto mes de 1911, la gran figura política nacional fue la del general Porfirio Díaz.
Esta etapa del país coincide con un momento particular del desarrollo capitalista que ha sido llamado imperialismo. Este periodo, en un ámbito internacional, tuvo como principal característica un nuevo tipo de colonialismo, en el cual los grandes países capitalistas de Europa y Estados Unidos ya no se preocuparon por controlar de una manera directa el resto del mundo, sino mediante la apropiación de los recursos naturales y su mano de obra, por ejemplo la tierra, los minerales, los metales preciosos y la fuerza de trabajo entre otras cosas más. El control que ejercieron estos países se hizo realidad a través de la inversión de capitales en los países en vías de desarrollo o recién liberados de estructuras de dominio colonial, lo que trago consigo importantes cambios, como el surgimiento de la clase obrera en países industrializados aceleraron la producción y exportación de alimentos y materias primas en los países que no eran participes de este desarrollo. Así los países implementaron medidas económicas favorables al capital extranjero, lo que finalmente los convirtió en países mono exportadores de café, carne, azúcar, trigo, algodón y estaño entre otros.
El 21 de octubre de 1887
se publicó la siguiente enmienda al artículo 78 de la Constitución: "El
presidente entrará a ejercer su cargo el 1 de diciembre y durará en él cuatro
años, pudiendo ser reelecto para el período constitucional inmediato".
Gracias a esta medida Díaz se reeligió en 1888, 1892, 1896, 1900, 1904 y 1910.
El período presidencial se amplió a seis años en 1904.
Al retomar el poder,
Díaz se rodeó de los políticos más destacados pertenecientes a diferentes
grupos. Incorporó a su gabinete a hombres como Romero Rubio, Escobedo y
Berriozabal, su antiguo compañero en la batalla el 5 de mayo. Atrajo también a
algunos imperialistas, como Manuel Dublán. A partir de 1890, Díaz gobernó al
margen de la Constitución. El Congreso, sumiso a sus deseos, modificaba las
leyes según los caprichos de don Porfirio y le confería facultades
extraordinarias a su conveniencia.
Diaz no respetaba la división de poderes ni la soberanía de los estados.
Existía un partido único y los sufragios eran mero trámite. Como ministro de
Gobernación, Romero Rubio -que a estas alturas era suegro de Díaz, pues éste
había contraído matrimonio con su hija María del Carmen (Carmelita) -fue pieza
clave en el control político del dictador. Díaz, una vez convencido de que no
tenía rivales poderosos, concentró los esfuerzos de su gobierno en el
desarrollo material y el mantenimiento de la paz. Buscaba alcanzar el nivel
económico de otras naciones y atrajo créditos y apoyos extranjeros. El gabinete
de Díaz se caracterizó por cierta inmovilidad, pues no era muy afecto a cambiar
de ministros. Algunos de ellos duraron en el cargo hasta su muerte.
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